Los extremos del mundo no son siempre lugares fríos y solitarios. Estos también se animan con vigorosas manifestaciones, como la de este viernes, en una tarde de septiembre, en Punta Arenas, la ciudad más austral de la Patagonia chilena. Cuando el sol se ocultaba en las aguas glaciales del estrecho de Magallanes, el centro de esta aglomeración de 120.000 habitantes, era cruzada por un gran lienzo en cual se podía leer :“Hoy el carbón, mañana la miseria”. Unas treinta personas, sobre todo jóvenes, marchaban, gritando y golpeando cacerolas : “Carbón, carbón, traes la muerte y la destrucción”, “Tenemos el viento, tenemos el sol, ¿por qué utilizar el carbón ?”. La escena se repite todos los viernes, desde febrero. Angélica, una joven que trabaja como vendedora en un negocio, explica : “Estoy aquí para defender mi tierra. La gente está muy mal informada sobre este proyecto”.
¿El proyecto ? Una mina a tajo abierto de 500 hec- táreas, en una gran isla situada a unos 50 kilómetros de Punta Arenas. El gobierno chileno autorizó, en agosto, la futura extracción de 6 millones de toneladas de carbón por año, los que serán exportados hacia las minas del norte de Chile por un puerto que se construirá en la isla Riesco. Otras cuatro minas podrán entonces abrirse.
Si Punta Arenas está lejos de todo, la isla Riesco está lejos de Punta Arenas. Para ir allí, se toma la ruta que bordea el estrecho de Magallanes antes de tomar, a la izquierda, una pista que lleva hacia una pequeña cordillera de montañas de cumbres nevadas. Se atraviesa por extensos sembradíos áridos de una hierba dura, arbustos aferrados a la tierra rocosa y árboles más grandes, los “lenga” (roble de Tierra del Fuego o roble blanco) – especies de Tierra del Fuego, con copas curvadas por el viento. Los paisajes parecen infinitos y bajo un cielo azul claro con nubes deshilachadas, se derrama una luz de una nitidez brillante. Cuando la tierra parece vacía de hombres – aunque de vez en cuando, se encuentran estancias, grandes granjas de criadero de ovejas, los animales abundan, y se puede observar con admiración a los ibis rojos, gansos de Magallanes, petrels, ñandus (avestruces de la Patagonia) e, incluso, el vuelo de un cóndor deslizándose serenamente por las esferas celestes.
“Cuando me encontré con los prospectores, entre 2007 y 2009, me dijeron que sería una pequeña mina, eso no me preocupaba. Fue cuando el proyecto se publicó que nos dimos cuenta que sería enorme”. Gregor Stipicic tiene 32 años. Luego de sus estudios de medicina, este joven hombre rubio, se instaló en la isla hace cuatro años para explotar la estancia que fundó su abuelo, en los años 1950. Una vida aislada, ocupada del cuidado de unas mil ovejas pastando en los alrededores, distraída por largas lecturas en la tarde, al lado de la estufa a leña, y por la contempla- ción de la bahía que se extiende delante de la casa. Pocos vecinos, excepto los delfines australes que vienen a menudo a juguetear a cien metros de la playa. En enero de 2010, cuando el proyecto fue publicado, el Sr. Stipicic se lanzó en una batalla contra lo que le parecía una violación a la naturaleza, casi intacta, y un mal negocio para la región. Primero, reunió a una decena de granjeros que vivían - con dificultad – en la isla, antes de ganar la causa de los ecologistas de Punta Arenas, luego en Santiago, la capital, en donde el tema tomó una dimensión nacional.
Gregor y sus amigos del Frente austral de defensa ecológica, ajustan los argumentos. La extracción de carbón amenazaría la fauna local, especialmente el huemúl – un ciervo con orejas de liebre, especie chilena muy escasa – y el pájaro carpintero, especie inherente a los bosques de lenga. Los vientos fuertes que soplan en la Patagonia, podrían traer el polvo y las partículas producidas por la explotación hacia las tierras circundantes y el mar interior, situado entre Punta Arenas y la isla, provocando polución y la contaminación lenta de la fauna. El carbón es de muy mala calidad, tiene un poder calorífico débil y contiene numerosos metales pesados.
A lo que la compañía explotadora responde con seguridad ; “Nosotros ocuparemos solamente el 0,5% de la superficie de la isla”, dice Patricio Alveredo, director de medio ambiente de la Minera Isla Riesco (MIR), empresa que presenta el proyecto en su oficina de Punta Arenas. Los métodos de explotación consistirán en la reposición de la tierra sacada en la medida en que se realice la extracción del carbón. Se plantarán árboles en 200 hectáreas, para compensar los daños : ya se han instalado invernaderos en los cuales crecen más de 200.000 plántulas de lenga. En cuanto al viento, se han efectuado millares de medi- das en tres estaciones meteorológicas alrededor del lugar de la mina, desde hace tres o cuatro años, estamos seguros de nuestros estudios, la mina no generará polución en Punta Arenas”. Los argumentos se oponen, apoyados en peritajes contradictorios. El único punto sobre el cual el MIR no sabe qué responder, es sobre las emisiones de gas con efecto invernadero acarreadas por la combustión de carbón en las centrales eléctricas ; las emisiones del país crecen ya en un 5% por año desde 1994 – un récord en América latina.
La compañía tienta con los 800 empleos que creará la construcción del puerto y la explotación de la mina. Ella habría ya recibido cerca de 10.000 solici- tudes de contratación. Sin embargo, la región conoce una tasa de cesantía débil, de 4,4%. Sin embargo los salarios prometidos son atractivos porque, explica Elia Simeone, en periódico local La Prensa Austral, “aquí la gente es pobre, la vida es más cara que en el resto del país, es necesario hacer venir de lejos numerosos productos”. Sin embargo, observa José Vera, economista basado en Punta Arenas, « Los empleos creados no resumen el interés económico del proyecto. También es necesario evaluar el efecto que esta mina podría tener en la actividad turística. Ofrecemos un medio ambiente virgen, nuestra región es más bella que la el lado argentino de Ushuaïa. Hoy, el turismo genera 12.000 empleos permanentes y podría desarrollarse aún más. Salvo que nuestra región aluda más bien al carbón y a la polución que a la naturaleza”.
El debate remite al modelo de desarrollo de la Patagonia y, sin duda, de Chile : ¿es necesario continuar con una economía que reposa en la explotación de los recursos naturales o se puede imaginar un futuro basado en el respeto por un medio ambiente único y en las energías alternativas ?
De hecho, los dos diputados y los dos senadores por la región de Magallanes, se han opuesto al pro- yecto y, en Santiago, el presidente del Senado, Guido Girardi, no tiene pelos en la lengua : “El extremo del continente es uno de los lugares más puros, más preservados del mundo. Explotar minas de carbón allí, es una estupidez ! Chile tiene enormes posibilidades en energías renovables, que debemos explotar ».
En efecto, el desierto de Atacama, en el norte del país ; es uno de los lugares más asoleados del mundo, se podrían desarrollar allí centrales solares de gran capacidad. Igualmente, los recursos geotérmicos de este país volcánico, están entre los más importantes del planeta. “El gobierno no quiere probar técnicas, él quiere estar seguro que eso funciona, por ende, reproducir lo que se puede hacer afuera”, explica un funcionario del ministerio de la energía, que quiere permanecer anónimo. “Pero estas técnicas son bien conocidas, exclama el Sr. Girardi, y el costo de la energía solar disminuye cada vez más !” Además, el potencial de economías de energía es muy importante en un país donde las casas están muy mal aisladas.
De hecho, la lucha en torno al proyecto de isla Riesco es una expresión suplementaria a la inesta- bilidad que agita a la sociedad chilena desde princi- pios de 2011. En realidad, es en Punta Arenas donde el movimiento partió : en enero, manifestaciones masivas se produjeron a raíz del aumento del precio del gas. Luego, en abril, 80.000 personas se manifestaron en Santiago contra proyectos de represas en la Patagonia, antes que, en mayo, comenzara un movimiento masivo de estudiantes, que prosigue en septiembre – contra el costo elevado de la enseñanza superior. Lo que está en juego ahora, es la con- troversia del modelo ultra liberal puesto en marcha desde el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y, todavía en curso, a pesar de la vuelta de la democracia, desde hace 20 años. “Se ha producido una concentración enorme de poder y de riqueza, en los bancos, el comercio, los medias y las minas, observa en Santiago, Andrés Solimano, economista y animador del CIGLOB (Centro Internacional de Globalización y Desarrollo). Esto explica las causas del descontento actual”.
El proyecto de isla Riesco es sintomático de este malestar. El MIR es una filial de dos compañías, Ultramar y Copec, una sociedad en la cual el presidente de la República, Sebastián Piñera, multimillonario, posee el 2% del capital y, su mujer, de otras partes, por un monto desconocido. El carbón alimentará centrales eléctricas para suministrar corriente a empresas que explotan el cobre en el norte. Pero estas corresponden a las tres cuartas partes de sociedades extranjeras. “El proyecto carbonero no representa ningún interés para la nación, expresa Hernán Sandoval, presidente de la asociación ecologista Chile Ambiente : él servirá a empresas mineras, que crean pocos empleos, pagan pocos impuestos y exportan sus beneficios”.
Los ecologistas de Punta Arenas interpusieron un recurso ante la justicia. Ellos esperan que la justicia decida que son necesarios estudios más profundos. Para estar seguros de que el carbón no ensuciará la Patagonia.
PRENSA GRÁFICA CALLEJERA
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