jueves, 18 de octubre de 2012

LAS CAMINATAS CON MARIA (En Homenaje a Lucia Vergara muerta por la CNI en calle Fuenteovejuna el 7 de septiembre de 1983)



(Relato testimonio para sus hijos)
Había terminado ya mi instrucción para retornar a Chile de manera clandestina. Casi un año entre la espera del inicio del curso, y las diferentes fases de éste. Estaba trabajando en la investigación de un tema que me apasionaba (las milicias populares en diversas experiencias latinoamericanas) cuando se aceleró en proceso de lucha insurreccional en Nicaragua y pidieron voluntarios para ir a apoyar la lucha revolucionaria es ese país. Me incorporé a ese proyecto viajando a Pinar del Rio, donde estaba localizada la nueva escuela que ya había comenzado a funcionar. Fue grato encontrar a viejos conocidos y a una mayoría de personas que no conocía y con quienes pasaríamos los próximos días antes de salir para la tierra de Sandino. Y digo días, porque la situación en el frente de lucha era compleja en esos momentos y se requería que partiéramos lo antes posible: prácticamente se había llegado a un punto de equilibrio en la guerra revolucionaria estando insurreccionadas varias ciudades del norte y del centro, mientras en el sur, las fuerzas principales de Somoza contenían el avance de las fuerzas internacionalistas que presionaban desde el sur. Prácticamente en el sur se vivía una guerra de posiciones y se requería urgentemente mejorar el tipo de fuerza que combatía incorporando artillería. Y nuestro grupo estaba pensado en ese sentido: seriamos artilleros manejando morteros y cañones sin retroceso, y debíamos “olvidarnos” por un tiempo de toda la formación recibida como combatientes irregulares, para ser formado a todo vapor como fuerzas regulares aprendiendo las técnicas de combates absolutamente distintas a lo que veníamos realizando. Pero allí estábamos.


El grupo se había constituido a partir de voluntarios de diferentes escuelas de instrucción que se realizaban en el marco del plan de retorno a Chile que había impulsado el MIR. Desde la Escuela Rural, de Talleres, de Urbanos, de mandos medios, llegábamos compañeros contándonos los avatares, conflictos, logros y chascarros que ocurrían, socializando preocupaciones, discusiones que ya hacían presagiar distintas visiones políticas que comenzaban a incubarse. Así, se hablaba de distintos tipos de compañeros: los “ayatolas” (que asumían a pie juntilla y sin cuestionar las políticas y determinaciones de instancias superiores, practicantes de una rígida disciplina y moral espartana) los “relajados” (que vendrían siendo como los militantes promedios) y los “liberales” compañeros que subvertían toda norma, línea o política que consideraban extrema, fuera de lugar o norma disciplinaria injusta. No se trataba aun de corrientes políticas distintas, sino formas de encarar las responsabilidades militantes producto de experiencias previas, y las mas de las veces, producto de los aspectos culturales incorporados en los países donde habías vivido parte de exilio. 

Nos organizamos en escuadras, a su vez subdividida en baterías de acuerdo al arma que principalmente usaríamos, esto era el mortero que requiere de un jefe de pieza, un apuntador, un observador, y mínimo dos personas para ser sirvientes de una pieza armando las municiones de acuerdo a las exigencias que el jefe de pieza solicita: granadas antipersonales, granadas demoledoras o explosivas, adición de cargas suplementarias para darles mas o menos alcance.Y en nuestra pieza quedo Simón a cargo, y en el grupo la chica María.

Maria era muy delgada, de pelo corto y con el “mono” con que nos vistieron (mameluco en chileno) parecía más bien un adolecente que una mujer con hijos como después nos enteramos. La instrucción fue condenadamente exigente y durante muchos días simplemente no teníamos tiempo ni siquiera de conversar: agotados por la intensa instrucción simplemente nos dejábamos caer en nuestras literas para aprovechar cada minuto en recuperar energías. Para nada fácil por el ritmo en que debíamos aprenderlo todo: a marchar arrastrando cañones o portando los morteros, sobretodo la placa madre cuyo peso hacia penosa cualquiera marcha, o bien, cuando llovia, desplazarse con cañones que aunque tenían ruedas se hundían en el fango y por mas citas de Lenin que supiéramos, no podíamos moverlos. María no desteñía en ningún caso. Empujando los cañones, enlodada hasta el pelo, asumiendo a veces el traslado de la placa madre de su pieza de mortero, no pedía tregua ni consideración alguna. Ni siquiera cuando nos tocó preparar trincheras, cavar con una palita raquítica suelos duros, armar primero un montículo básico, luego un pozo individual, conectar el pozo individual con el del compañero, armar líneas protegidas dentro de la trinchera, cavar hacia la profundidad de la defensa para conectar la trinchera con la posición del mando, ensayar una y mil veces el combate de trincheras usando mascara antigases, saliendo de ella para perseguir a un enemigo que supuestamente nos atacaba y regresar, regresar una y mil veces corrigiendo errores. Teníamos solo agua para beber, así que al poco tiempo andábamos sucios de tanta tierra, con cuerpo y ropa llenos de barro, adaptados al olor que nuestros cuerpos despedían casi sin caer en cuenta que hedíamos, pero felices porque nuestra instrucción avanzaba.

Luego de un par de semanas, la intensidad de la instrucción bajó. Súbitamente cambió el equipo que nos instruía y las condiciones. Llegó el agua, se atenuó el vértigo y la intensidad del curso. Recién entonces pudimos en las tarde armar fogatas, conversar, canturrear, armar verdaderos espectáculos con animadores, artistas que cantaban tangos, rancheras, boleros, poetas que recitaban, cómicos que nos hacían revolcarnos de risa con sus rutinas. Pero María miraba desde la distancia y pocas veces se sumaba. 

Yo la conocía poco. Teníamos algunos amigos comunes, sobretodo compañeros que habían pasado por la Brigada Secundaria. Yo tocaba guitarra a veces para el grupo y en esas oportunidades se acercaba a escuchar mi repertorio nada de revolucionario: canciones de la llamada nueva ola de los 70, Adamo, Leonardo Favio, Los Iracundos. Entonces la veía sonreír y hasta reírse.Fue solo casi al final de esa etapa que algunos comenzamos a aventurarnos en largas caminatas por el limite que nos estaba señalado en el área, por reglas de seguridad. Era una caminata de unas tres cuadras por una planicie de pasto corto, con tres o cuatro arboles en el trayecto. María caminaba sola la mayoría de las veces, o acompañada por uno o dos compañeros que decidían acompañarla en esos momentos. Así fue que, un par de veces caminamos juntos, conversando en chispazos de intimidad. Así supe que era compañera del Hipie, que tenia un hijo y una hija que añoraba, que le había dolido mucho dejares. No fue mucho más lo que supe. Solo al final del proyecto, cuando cayó Somoza y nosotros aun estábamos en el campo de instrucción, cuando se abrió en debate franco entre los que estábamos en el curso respecto a lo que venia para Nicaragua, ella saco la voz y participó vehementemente en esas discusiones, porque para algunos el triunfo revolucionario no implicaba la toma del poder y la construcción del socialismo (posición que ella sustentaba) mientras que para muchos otros el triunfo alcanzado ya era irreversible por la fuerza del pueblo movilizada y por la garantía de fuerzas armadas revolucionarias accediendo al poder.

Se disolvió la escuela y ya no supe más de María.

La vida me llevó por otros derroteros. Regresé a la Habana y pocas semanas después estaba llegando a Europa y meses después ingresé ala país a sumarme a la Resistencia Popular. El año 81 fui detenido, condenado por Concejo de Guerra y luego envenenado, pasando largo tiempo entre hospitales, fiscalías y juzgados. Hasta que vi su foto en los diarios y lloré como tantas otras veces frente a la muerte de mis compañeros. En aquellos días hice una arpillera única que guardo como hueso santo y que nunca he regalado: una imagen de Salvador Allende en un extremo, al medio una cara de mujer mirando tristemente (ella), tras esa imagen fabricas y gente en dirección al sol, abajo un mendigo, en el lado opuesto un saldado en tenida de combate y abajo al medio, junto con barricadas, la conmovedora foto que publicaron los diarios de María acribillada.

Mi pareja de esos años, Arcadia Flores fue asesinada. Yo creía que ella había caído combatiendo, pero la investigación recientemente arrojó que estaba viva, muy herida cuando fue rematada de un balazo en la sien. Hasta donde yo he leído, María corrió igual suerte cuando la ametralladora cincuenta comenzó a destruir la casa y las vidas preciosas que la habitaban.

Perdida de vidas hermosas, irreparables. Dolor inmenso que nos acompañara toda la vida a quienes sobrevivimos. No se si a ustedes, sus hijos, le servirá este relato, solo quiero confidenciarles que cuando caminábamos con María en las tardes de Pinar del Rio, me decía: Diego, cántame “Palabras para Julia” y yo, ahora que no tengo voz, se las escribo a ustedes:

PALABRAS PARA JULIA

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable
Hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribi
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdatede lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

arpillera desarrollada en la Cárcel Publica 1989

No hay comentarios:

Publicar un comentario