Estimada comunidad universitaria, académicos, estudiantes, funcionarios, amigos en general:
Educación pública, gratuita y de calidad. Fin al lucro. Democratización. Conceptos que parecen ya de memoria, que los hemos escuchado, defendido, pintado en lienzos, discutido en Asambleas, leído en libros, argumentado y contraargumentado. Y que sin embargo, para todos nosotros sigue siendo crucial defenderlos en primera línea.
Y es que no queremos un país donde la discusión en educación sea sobre cuántos puntos porcentuales varía la tasa de interés de un crédito, porque no entendemos al endeudamiento como una forma válida para lo que es un derecho. No nos alegra enterarnos que Rectores caen detenidos por sobornos para acreditar sus Universidades, porque entendemos que la calidad debe estar intrínsecamente ligada a la misión misma de la Universidad, y no supeditada al querer rentar más. No es un motivo de festejo ver a nuestra Universidad en el primer lugar en los ránking en Chile, mientras muchas Universidades públicas, tan necesarias para el desarrollo de cada región del país, se hunden en crisis cada vez más profundas, y en lugar de colaborar entre sí, seguimos fomentando la competencia.
Y es que nuestra generación ha comprendido cuánto está en juego en esta discusión. Cuando dejamos de pelear sólo por el pase, por nuestras becas, y pasamos a discutir la estructura del sistema educativo de nuestro país, es porque entendimos que nuestro sistema educativo no nos afecta solamente a nosotros, sino que prefigura en buena manera la sociedad que vamos construyendo.
Que la inaceptable desigualdad que vivimos, que la segregación que conlleva a que habitantes incluso de nuestra misma ciudad casi que hablen idiomas diferentes, el individualismo y el consumismo que enajenan nuestras relaciones humanas, no se basan exclusivamente ennuestro sistema educativo, pero sí tienen allí uno de sus principales bastiones. Un bastión que se basa en un Estado ausente, con nuestros derechos totalmente abandonados a los vaivenes del mercado.
Así nos hemos ido dando cuenta que de aquí nace también la fragilidad sobre la que se construyen nuestras vidas: la vulnerabilidad frente a una enfermedad grave, frente al desempleo, frente a tener muchos hijos y no poder costear la educación de todos ellos, incluso frente a jubilarnos cuando nos corresponde. Todas estas contradicciones tienen que ver con esa misma lógica.
Por ello es que no bajaremos los brazos y seguiremos insistiendo. Porque tener una educación concebida como un derecho, una educación en la que el dinero no sea un factor, por tanto una educación en la que nos reconozcamos como iguales, cuyo objetivo no esté distorsionado por la necesidad de cuadrar la caja, significará un primer, pero muy decidido paso, hacia una sociedad diferente. Lo mismo con el resto de nuestros derechos básicos.
Pero justamente uno de los grandes aprendizajes que nos han dejado estos años de movilización es que hoy nuestro sistema político está también fallando. Se hace demasiado evidente con un apoyo a nuestras demandas que no ha bajado del 70%, versus una Concertación y una Coalición por el Cambio que se mantienen totalmente atravesadas por conflictos de interés, dos derechas para las que un telefonazo de un Luksic o de un Angelini pesan mucho más que 500.000 personas en la calle.
Richard Stallman, fundador de los movimientos sobre software libre, decía: “Que las empresas tengan especial influencia en la política significa que la democracia está enferma. El propósito de la democracia es asegurarse de que los ricos no tienen una influencia proporcional a su riqueza”. En Chile nuestra democracia no estaría solamente enferma, estaría gravísima. Así como en algún capítulo de Los Simpsons al Sr. Burns el médico le dice que “tiene todas las enfermedades del mundo”, así es como está nuestra democracia.
Pero ¿qué hacer entonces desde los movimientos sociales, desde el movimiento estudiantil, para avanzar?. Por cierto que hemos demostrado que es posible ir transformando el país desde nuestra movilización. Por cierto que el 2013, año electoral, es fundamental movernos con aún más fuerza para incidir en ese debate y forzar que las transformaciones empiecen a cursar ya el 2013. Pero si hemos diagnosticado que los dos bloques que se echan al bolsillo la política en el país se siente absolutamente cómodos con el actual modelo neoliberal, es claro que el salir a la calle, como decimos en Beauchef, es condición necesaria, pero no suficiente.
Hoy, desde las diversas luchas sociales que se han levantado en distintos sectores, surgen nuevos esfuerzos transformadores, que sí tienen una base social suficientemente amplia. La convicción política que anima nuestro trabajo es la necesaria unidad entre estas fuerzas, pues lo que han demostrado estos últimos años es que una vocación política de las mayorías que se han expresado en las calles tendría una potencia inimaginada, capaz de correr los límites de lo que es posible en Chile. La convicción de que avanzaremos a tiempos de cambios profundos, de refundación de la política, sólo a condición de reimaginar la izquierda y de trabajar incansablemente por su unidad.
En el pasado el movimiento estudiantil ha sido un factor importante en el desencadenamiento de procesos de inflexión histórica. Pero ello fue posible no conteniendo la rebeldía y creatividad tan propia de la juventud, sino que todo lo contrario, llevándola hasta las últimas consecuencias. La fuerza estudiantil será factor de cambio sólo si se niega a alimentar la añeja política de la transición y aporta, en cambio, a la construcción de una nueva política, inclusiva y transformadora, al servicio de la emancipación social y política del pueblo chileno.
Para la campaña hicimos una polera celeste que la he usado en algunas apariciones públicas, en la que sale Jorge González, líder de Los Prisioneros, y una frase de la canción Independencia Cultural: “Jugando juegos de otros, nunca vamos a campeonar”. Lamentablemente hoy, para las mayorías de Chile, la política es un “juego de otros”. Hoy está en nuestras manos ir cambiando esa situación.
Educación pública, gratuita y de calidad. Es obvio porqué defendemos una educación de calidad. Ya hemos explicado, en el comienzo de este discurso, porqué defendemos una educación gratuita, en tanto la educación es un derecho y creemos que debe ser un espacio que no esté mediado por el dinero y que su fin único sea generar conocimiento y educación para Chile y su pueblo. Sin embargo, ¿por qué defendemos la educación pública? Y estando en este histórico edificio, preciso aún más ¿por qué defendemos la Universidad Pública?.
Estamos convencidos que la Universidad Pública, en abstracto, es mucho mejor para el país.Que la calidad de vida de nuestros habitantes, que nuestra capacidad de desarrollo, que el acercarnos a un futuro libre y justo aumentan cuando potenciamos las Universidades Públicas, porque existen una serie de características que debieran distinguirlas, por ejemplo:
- Integradora: un espacio en el que los distintos grupos que componen nuestra sociedad se encuentran.
- Que genera conocimiento para las mayorías: es decir, que tanto su investigación como su formación docente están alineados en función del interés común, y que ese conocimiento no se queda encerrado en la famosa torre de marfil sino que dialoga permanentemente con la sociedad.
- Democrática: que entiende que está formada por una comunidad completa, que debe estar al servicio de un país completo, y que por tanto todas estas visiones deben estar incorporadas a la hora de tomar decisiones.
No es claro como se concretan todos estos puntos en el Chile del Siglo XXI. De hecho este año, desde la FECh, organizamos un Congreso de la Universidad Pública del Siglo XXI, justamente para empezar esa discusión. Pero hay algo que estamos muy claros: si revisamos los puntos que nombré, no existe ninguna Universidad en Chile que los esté cumpliendo. Ello se vuelve aún más grave cuando miramos nuestra sociedad en general y nos damos cuenta que cada vez son menos los espacios públicos que realmente demuestren porqué son valiosos, y así nos vamos transformando en un país sin puntos de encuentro. Por ello es URGENTE que nuestra Universidad se transforme, que se convierta en un referente de lo público y le demuestre al país, con hechos y no solamente con palabras, porqué es conveniente tener más y mejor educación pública.
Y aquí quiero ser bien claro. Nosotros entendemos que no todos los cambios que queremos para nuestra Universidad depende exclusivamente de ella, pues hay varios problemas que tenemos que están asociados, en particular, al abandono del Estado y los exiguos recursos que nos entrega. Sin embargo, esto no puede ser una excusa para no comenzar a impulsar cambios que ciertamente son posibles.
La desigualdad entre las distintas carreras y Facultades, que encuentra su máxima expresión en movilizaciones como la de INAP del invierno de este año o la toma del departamento de Educación que cumple ya 19 días. Aranceles que escapan a cualquier realidad (como decía un lienzo en la reciente movilización en Concepción: “luchamos por gratuidad y cada vez pagamos más”). Un sistema de acceso que mantiene a nuestra Universidad hiper elitizada, y que cuando tiene oportunidades para aunque sea un pequeño cambio, como eliminar la barrera de los 600 puntos o la incorporación del ránking por PSU, éstas son desprovechadas. Un sistema democrático totalmente anclado en el pasado, donde la principal autoridad de la Universidad es elegida no solamente por un estamento, sino que por una porción, la más privilegiada, del mundo académico. La privatización del conocimiento que generamos en nuestras salas de clases y en nuestra investigación; privatización en su sentido más puro, es decir, que termina estando a disposición solamente de unos pocos individuos, incluyéndonos a los estudiantes. La desconexión con la sociedad externa. Problemas que diagnosticamos en nuestra Universidad de Chile y que necesitamos superar.
Ante cada problema, una propuesta: equidad en la repartición del presupuesto, nuevos recursos destinados a una reducción progresiva de aranceles (acompañado de un trato digno a nuestros morosos), reforma integral al sistema de acceso, elección triestamental de autoridades, potenciamiento del espacio del Senado Universitario y definición democrática del carácter de la futura Facultad de Educación, liberación de cátedras y del conocimiento aquí creado, recuperación del canal de TV y reforzamiento de la extensión universitaria. Todos ellos son elementos que, con una voluntad decidida de nuestra comunidad universitaria y en particular de nuestras autoridades, podrían dar paso a una Universidad de Chile realmente pública.
Y me gustaría hablarle directamente ahora, Sr Rector. Su mandato finaliza el 2014, y Ud va a haber sido el Rector al que le tocaron las movilizaciones más importantes de las últimas décadas. ¿piensa finalizar su mandato con una Universidad más competitiva, es verdad, pero dejando pasar esta oportunidad de avanzar decididamente hacia la recuperación del rol público de nuestra Universidad? ¿o trabajaremos en conjunto por una nueva reforma universitaria? Nosotros estamos por la segunda opción.
Y soy totalmente sincero cuando digo la palabra “conjunto”. Una lección que nos deja el 2011 es que somos muchos más fuertes cuando trabajamos en unidad, que la comunidad universitaria debe fortalecerse. Las reformas que proponemos no existirán si no están también los académicos y los funcionarios empujándolas. Pero también tenemos claro que en la medida que la comunidad avance en estos consensos, las transformaciones no pueden ser detenidas solamente por voluntades conservadoras que puedan permanecer en nuestra Universidad. Si es necesario movilizarse, lo haremos.
El Rector Juan Gómez Millas, en su texto La Universidad en Nuestros Tiempos de 1960, decía: “Hoy no ocurren las cosas como en otros tiempos cuando el sabio iba a buscar a la plaza pública a sus discípulos; son las masas humanas las que, empujadas por ineludibles necesidades, se agolpan a las puertas de las Universidades pidiéndoles instrumentos más y más finos para sentir, pensar y actuar”. Cuán lejos estamos hoy de esa realidad. Pero hacia allá queremos volver a apuntar.
Para ir finalizando, me gustaría hacer varios agradecimientos. En primer lugar, por supuesto que a mi familia y el tremendo apoyo que siempre han sido mis abuelos mi padre, mi madre y mi hermano, quien además ha sido una de las personas que ha forjado mi vocación política. A mis amigos, muchos de ellos aquí presentes: no solamente han estado ahí cuando ha sido necesario (y vaya que lo será el 2013), sino que han determinado en gran medida la persona que hoy soy. A mis compañeros en política, a la directiva CEI 2011, a todo el colectivo Izquierda Autónoma que sustenta el trabajo del cual hoy me toca ser rostro, y en particular a quienes me ha tocado ver en la posición que hoy ocupo desde que entré al autonomismo: Gabriel Boric y Francisco Figueroa.
Agradecer también a mis profesores en la Universidad, para mi siempre ha sido importante el desarrollo académico y ellos han sido un factor muy clave, y en particular a mi profe guía, Sergio Jara, por la comprensión sobre los tiempos para una tesis versus los tiempos para ejercer la dirigencia política. Un saludo también a la mesa FECh saliente, pues con todas las diferencias fuimos capaces de avanzar en este difícil 2012, y a la mesa entrante: Fabián Araneda, Rebeca Gaete, Sebastián García y Francisco Montoto; es fundamental que seamos capaces de trabajar en unidad, pues nuestros desafíos son tremendos. Por último agradecer a tantas otras personas que hacen esto posible: dirigentes de Universidades regionales, secundarios, y de otros sectores; compañeros que se movilizan, los funcionarios FECh y en general funcionarios que están dispuestos a jugársela cuando es necesario y tantos otros que finalmente dan sentido a la lucha que damos. Una Federación solamente existe, solamente tiene la capacidad de incidir, cuando sus propios estudiantes la empujan y le exigen.
Por ello, me gustaría hacer un llamado. A comprender que Chile ha cambiado. Estos últimos dos días hemos sido testigos de movilizaciones del sector pesquero, de compañeros de la U del Mar, de Freirina. En los últimos meses, Aysén, Calama entre otros. Y por supuesto, las masivas movilizaciones que nosotros mismos hemos protagonizado y que han recibido el apoyo de más del 70% de la ciudadanía, para demandas que son realmente radicales. Todo ello es prueba de que en Chile las mayorías están, lenta pero decididamente, reapropiándose de la política. Como esto vaya a finalizar, sigue en juego. Y es nuestra responsabilidad el seguir organizándonos, el seguir movilizándonos, para avanzar hacia un Chile más justo, democrático y feliz.
Para cerrar, me gustaría leer una cita, muy simple, de Rigoberta Menchú, líder indígena guatemalteca. Si bien su frase responde a un contexto muy diferente, me parece que refleja muy bien lo que el movimiento estudiantil y social hoy representa: “No vamos a cambiar el país en poco tiempo, pero se hará con nosotros, no sin nosotros”.
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