Las elecciones municipales inauguraron un nuevo período político en nuestro país. Aproximadamente, un sesenta por ciento de la población se abstuvo de votar. Fue esa la opción mayoritaria de los chilenos. Es una expresión patente del rechazo que provoca el régimen político y los partidos que lo sustentan.
Se les ha negado, en efecto, la capacidad de representar a los ciudadanos. Los motivos de este grave hecho radican, a su vez, en la incapacidad y la negación de los políticos de dar una respuesta a las demandas más básicas que han sido expuestas una y otra vez: educación, justicia, salud, vivienda.
Cuando más el pueblo chileno necesita de la política, de partidos políticos, para que aúnen e interpreten sus necesidades e intereses, esas entidades se separan más y más de la mayoría. Optan por un mundo imaginario en que las diferencias en la sociedad estarían reflejadas en dos bloques: uno de la Derecha y otro, de la Concertación y sus aliados y satélites. Además, recientemente, se les han sumado agrupaciones que se reclaman revolucionarias, populares, y que postulan que se puede modificar el sistema por medio de las votaciones, “desde dentro”.
La lucha política por la abstención dejó en descubierto lo ilusorio de esas pretensiones. Nuestro partido fijó una posición política al respecto en el momento exacto en que se inició el proceso eleccionario formal, con la inscripción de las listas, pactos y candidaturas. Organizaciones sociales, a cuya vanguardia estuvo notablemente la ACES, hicieron llamamientos similares, encadenando, un aspecto de gran importancia, la convocatoria a abstenerse con la lucha por sus reivindicaciones. Otras se sumaron al final, cuando ya estaba claro que la abstención recibiría un respaldo sustantivo.
¿Hubo una respuesta? ¿Se consideraron las demandas populares? ¿Se modificó la orientación política de las candidaturas para incorporar, aunque sea parcialmente, los reclamos no escuchados? ¿Se analizó la situación, se contempló el rechazo general al régimen político y se adoptaron medidas de acuerdo a ese hecho fundamental de la realidad de nuestro país?
No. La respuesta fue, es necesario decirlo, infantil: una batería de proposiciones falaces y contradictorias entre sí. Que votar es un deber moral -“no importa por quién, pero hay que votar”-, cuando en realidad es un acto político, en que lo único que importa es elegir una opción sobre otra. Que no votar favorece a la Derecha, cuando, en realidad, en estas elecciones, con una abstención histórica, fue la Alianza la que bajó más que la Concertación, lo que tuvo como efecto algunas derrotas resonantes de la Derecha. Que la abstención no tendría ningún efecto práctico, que no sería tomado en cuenta por los políticos, cuando, en realidad, los políticos lo primero que olvidan son… a sus propios electores, a los que engañaron y mintieron.
Se podría seguir, pero el punto es que ningún partido, ninguna coalición, ningúncandidato, dijo simplemente: “no se abstengan, apóyenme a mí, porque yo lucho por lo mismo que ustedes, tengo los mismos adversarios que ustedes y me someto al examen que ustedes realicen de la honestidad y seriedad de mis propuestas y de mi trayectoria.” Todos, todos, optaron, ante el desafío del llamado a la abstención, a cerrar filas en torno al régimen, a defenderse los unos y los otros.
La abstención no es una respuesta política perfecta. Tiene limitaciones que nacen del hecho que es la única una salida que deja el sistema para protestar, para castigar electoralmente a los defensores de este orden injusto. Es una señal de advertencia, para los partidos, para los dirigentes, de que no queremos seguir como estamos.
Debido a su masividad, marca una línea divisoria que, sin embargo, sólo pone de relieve la necesidad de una conducción revolucionaria, de una política revolucionaria.
Porque la pregunta que queda planteada hoy es la siguiente: ¿queremos este régimen? ¿Queremos estos representantes? ¿Queremos este sistema?
Pues no los queremos. No queremos un remedo de democracia, queremos el máximo de democracia: queremos nuestra propia representación, de acuerdo a nuestros intereses, queremos elegir nuestro destino como personas y como pueblo. Queremos cambiarlo todo.
lástima que el monticello estuviera lleno de pudientes vecinos de Santiago que no votaron porque les daba lo mismo. Lástima que hubo gente que sí quiso participar para bajar a Labbé, Sabat, Zalaquett y Garrido. Lástima que ahora la av. 11 de sept. se llamará "Nueva Providencia" Lástima que hayan sido mujeres las que bajaron a los representantes de la dictadura en las alcaldías emblemáticas. Lástima que la yoani sanchez también llamó a no votar en Cuba. Lástima que haya gente para todo. Yo voté, voté izquierda y exigí asamblea Constituyente en mis votos.
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