Con la ayuda de los vecinos que caceroleaban la noche del 25 de agosto de 2011 en la villa Jaime Eyzaguirre, lo llevaron unos metros más abajo hasta la sede de la Defensa Civil donde Gerson hacía clases de computación. Todo el tiempo estuvo al lado de él, diciéndole que todo iba a estar bien, que sólo había sido un perdigón y que estuviera tranquilo porque se iba a mejorar. La última vez que lo vio fue en la camioneta de un vecino donde lo trasladaron hasta la Posta Cuatro. Él se quedó en la casa cuidando a su abuela y recibió la fatídica noticia tres horas después.
Desde la madrugada del 26 de agosto hasta hoy, dos semanas antes de cumplirse un año de la muerte de Manuel Gutiérrez, su hermano menor, Gerson ha repetido la historia cientos de veces. Y poco a poco aprendió a hablar sobre el tema con naturalidad. Sin embargo, cada vez que sube a una micro o al metro, la imagen de Manuel se le viene encima.
“Tuve que acostumbrarme a andar solo, antes siempre andaba con él”, dice en el difícil rol de vocero de la familia que ocupa hoy, cada vez que la prensa le pregunta por los recuerdos que tiene de su hermano o por el estado de su familia después de su asesinato. Gerson fue también el primero en decir que un carabinero estaba tras los disparos. Desde que murió Manuel, Gerson se ha encargado también de que la imagen de su hermano esté presente en cada marcha de estudiantes y es quien ha exigido que se haga justicia.
Y aunque ha sido fuerte, el 17 de noviembre de 2011 tuvo que sacar. Ese día, dos meses y tres semanas después de la muerte de Manuel, los Gutiérrez Reinoso se enteraron -a través de un periodista que buscaba una reacción- que Miguel Millacura, el ex sargento procesado como autor del disparo que lo mató, había quedado libre bajo fianza. Fue, según el mismo Gerson, “como matarlo de nuevo”.
Y ahora que se cumple un año del fatídico hecho, cree que será la tercera vez.
Vivir sin Manuel
“Yo no se cómo estaré para ese día, pero es como si de nuevo se fuera a morir. Por mi, ojalá me durmiera dos días antes y me despertara mucho después”, dice Gerson, comenzando a prepararse para lo que viene. Para el asedio de los medios, el contar una vez más lo que ocurrió esa noche y pedir explicaciones por la libertad de su homicida y de sus encubridores.
Para la familia, el fallecimiento del hijo regalón, el estudiante que cantaba en el coro de la iglesia y que quería ser el primer profesional de la familia, ha sido un proceso lento y duro. Su hermana, Jacquelinne, a veces lo llora y vuelve a sentir las sensaciones de la noche en que murió. “Ha sido muy complicado. Desde el puesto menos en la mesa hasta el preguntarse ‘qué hubiera dicho’, ‘qué habría hecho si estuviera aquí’. Cuesta mucho hacerse la idea porque una se engaña sola, pero la verdad es que no puede estar un año de viaje, no está un año de vacaciones. Ya de verdad Manuel no está y hay que aprender a vivir sabiendo que no va a volver”, dice Jacquelinne.No ha sido la única. Su madre, Mireya, no ha vuelto a pasar por el pasaje Amanda Labarca ni a cruzar la pasarela que queda a 20 metros de donde recibió la bala que mató a su hijo menor. Además, tuvo que dejar su trabajo en la Fundación Coanil y con la excepción de un par de veces, no se ha enterado de los detalles de la muerte de Manuel.Su abuela, Lila, con quien Manuel compartía pieza en la casa ubicada a la mitad de un pasaje de la villa Jaime Eyzaguirre, de Macul, nunca ha vuelto al cementerio desde su funeral. Manuel era su guía -porque su abuela es ciega- y la llevaba a la iglesia y todas partes. Eran cómplices, según sus hermanos.Su hermana sólo ha vuelto una vez al cementerio. Fue el 25 de diciembre pasado, para el que iba a ser el cumpleaños número 17 de Manuel. Lo hizo con un grupo de amigos, estuvieron ahí toda la tarde y hasta le cantaron el cumpleaños feliz, un día antes que se cumplieran cuatro meses desde que falleció.Su hijo Martín, sobrino y ahijado de Manuel, dice que estuvo mucho tiempo sin hablar del tema hasta que un día preguntó ‘¿por qué no venía su tío Man?’. “Yo le dije que estaba en el cielo y él me contestó que quería verlo y que iba a ir a buscar una escalera laaarga para subir a estar con él. Cuando ve fotos de él le da besos y dice que quiere estar ahí también”, dice Jacquelinne.
El hermano ícono
Con toda la carga emocional y la exposición del caso, la familia tuvo que asimilar rápidamente el contexto de su muerte. Rápidamente el hijo, nieto y hermano se transformó en un martir del movimiento estudiantil y su nombre comenzó a ser coreado en cuanta manifestación había. Su cara se empezó a repetir en stencils, carteles y murales por todo Chile. Hoy es parte del ideario público y su nombre pasó engrosar la lista de muertos inocentes que aún no tienen justicia. Sin tener ideales políticos fuertes en su discurso, sí estaba a favor de la educación gratuita. En su colegio, el Saint Lawrence de San Joaquín, no fue un participante activo de la toma. El mismo día que recibió el disparo no estuvo ni en enfrentamientos ni armando barricadas, sólo fue a mirar lo que ocurría al otro lado de Américo Vespucio, en Peñalolén. En su casa, el tema es al menos incómodo para algunos. “A mi igual me choca un poco lo del “compañero Manuel Gutiérrez presente” porque siento que muchas veces se ha creado como un personaje que no es mi hermano. No porque el Manuel no tuviera ideales, sino que porque él estaba ajeno a eso. Entiendo que en el contexto en el que murió naturalmente se da para que se tome su nombre en ese sentido y no estoy en contra de que los estudiantes vengan y exijan justicia para él, pero Manuel no estaba combatiendo. Él fue a mirar”, dice su hermana. Ella y Gerson coinciden que su único objetivo es conseguir justicia por Manuel, y no hay otro. Por eso a veces no les gustan muchos los murales donde aparece su nombre y su cara junto a barricadas u otras figuras, como uno que hicieron hace muy poco en la esquina del pasaje donde viven.Reconocen el apoyo de sectores anarquistas y lo agradecen, pero ambos se han encargado de difundir que su hermano no era un líder revolucionario. De eso se trata un documental que preparan sobre él.“Era sólo un niño de 16 años que no se metía en problemas”, dicen.
Justicia
Sin perjuicio de lo anterior, para los próximos 24 y 25 de agosto, la familia tendrá dos actos conmemorativos. El viernes 24 con una caminata-velatón en el Paseo Ahumada (desde las 19:00 horas) y el sábado 25, en la plaza Manuel Gutiérrez, ubicada en la villa Jaime Eyzaguirre, a pocos metros del lugar donde cayó abatido.Ahí pretenden volver a insistir en sacar el juicio de la Corte Marcial y llevarlo a un tribunal ordinario. Según dicen, su lucha hoy es que el ex sargento Millacura y los encubridores de su asesinato paguen por lo que deben.Por eso no han aceptado las invitaciones del ministerio del Interior y de la misma Comandancia en Jefe de Carabineros para reuniones donde, según les han prometido, se les entregará la información y el apoyo de las instituciones.“Muchas veces nos negamos y cuando dijimos que sí pero en privado, el señor Hinzpeter no quiso. Nosotros no tenemos un odio a Carabineros o el gobierno, pero no nos vamos a parar al lado de ellos para que laven su imagen”, dice Jacquelinne.Les da rabia lo que hubo después de la muerte de Manuel. Los cabos sueltos, literalmente, del retraso en la notificación de su muerte en la Posta Cuatro la madrugada del 26 o de los otros carabineros que estaban ese día junto al ex sargento Millacura y que después de recibir una sanción fueron reubicados o permanecen callados. Sólo a la ex subteniente Claudia Iglesias, quien estuvo en el sector en el momento de la muerte, fue dada de baja al terminar su fuero maternal.“Los antecedentes que tenemos nos dan para pensar que carabineros no es una institución que esté funcionando de la manera más correcta. La única carabinera imputada junto a Millacura es la que lo echó al agua, pero los demás que se supone estaban también ahí siguen igual. Hay toda una institución detrás de eso”, dice Jacquelinne.Por eso Gerson, incluso a veces cuando no ha querido, a salido a marchar y a recordar lo que ocurrió con su hermano. Como el miércoles pasado, día en el que no se sentía con ganas de salir, pero en el que terminó igual en Plaza Italia junto a los estudiantes secundarios. “No quería hacer nada, pero tengo algo que hace todavía. La gente me lo recuerda siempre y me da su apoyo y yo no voy a descansar hasta obtener la justicia que queremos”.
Vía @Movilizados2011