domingo, 4 de mayo de 2014

Capitalismo, enfermedad y suicidio

Como conclusión al artículo: el sistema capitalista es un sistema asesino, que reprime y expulsa a los individuos que no le son útiles; que carga sus mecanismos de biopoder, que intenta perpetuarse a través de una maquinaria social que se alimenta de contradicciones. Desgraciadamente miles de personas se suicidan cada año, y otras tantas sufren de enfermedades mentales que están relacionadas no sólo con la estructura económica del capitalismo sino también con su propia esencia represiva.

Miles se suicidan cada año, y otras tantas sufren enfermedades mentales relacionadas no sólo con la estructura del capitalismo sino también con su esencia represiva. La psicología se ha encargado en señalar otro problema que genera el capitalismo, un sistema criminal que ha llevado al incremento de enfermedades y trastornos mentales. Una de cada cuatro personas padece alguna enfermedad mental relacionada con las condiciones de trabajo o estudio, con los problemas económicos derivados de la sociedad consumista o la depresión, principal causa del suicidio.


El capitalismo propicia sociedades heterocentradas a través de la cultura y la publicidad y la educación, que condenan una sexualidad diferente. El sistema educativo ha traído problemas como el fracaso escolar; el profesor es un tirano que coarta las capacidad creativa del alumno, que se ve obligado a seguir la linealidad del capitalismo nace – estudia – produce – muere convirtiéndose en el resultado de las líneas de producción del capitalismo; un alumno que debe vestirse y comportarse de una forma semejante a la sus compañeros, totalmente obnubilados por el consumismo. Una vez que el alumno ha abandonado el infierno del instituto, se encuentra con la educación superior o con que es incapaz de encontrar empleo.

Los adolescentes son la imagen perfecta de la alienación. Mientras que los chicos acuden al gimnasio para moldear sus músculos, como los futbolistas, las chicas se engalanan de tal forma que parecen llevar un cartel que dice Cómprame; son víctimas de fobias sociales, del miedo al fracaso y a la opinión de los demás hasta el punto de que necesitan actuar y estar siempre bien, lo que evidentemente es imposible. Gilles Deleuze y Félix Guattari relacionaron la aparición del capitalismo con los primeros casos diagnosticados de una enfermedad parecida a lo que hoy se denomina esquizofrenia. “El sistema expulsa a los individuos que no le son útiles”. Antes del surgimiento de la producción mecanicista, de las urbes masificadoras y del orden familiar desestructurado, no existía la esquizofrenia como tal.

Siguiendo la idea de Michael Foucault de que el sistema aísla a cada individuo en su casa, habría que señalar que otra de las causas de la depresión y del suicidio es precisamente el aislamiento de un sujeto que acusa la falta de cohesión social.  Hablamos de una sociedad individualista y materialista, la del capitalismo. Las modas irrumpen en la debilitada personalidad del individuo del sistema, es decir, de aquél que se guía de forma inconsciente por los canales abstractos de la represión, creándose de esta forma una psiquis constantemente en tensión ante las imágenes, marcas, hábitos y estilos estéticos. Para Foucault, las enfermedades mentales son consecuencia, o al menos un factor desencadenante, del medio social y de los mecanismo de Poder del sistema capitalista.

De nuevo debemos referirnos a la literatura para encontrar un reflejo de los achaques de la sociedad materialista en la que vivimos. Podríamos citar a varios escritores aun he decidido escoger, por su extraordinaria habilidad narrativa, a Foster Wallace y su relato “El neón de siempre”. En la narración se nos presenta una persona que tiene lo que siempre ha deseado; posee un buen trabajo y recursos suficientes. Sin embargo, nunca se ha sentido feliz ni ha podido disfrutar de la vida; estaba demasiado preocupado en la imagen que los demás tuvieran de él. Tanto es así, que es incapaz de mostrarse tal como es ni siquiera ante su psicoanalista. En los relatos de Foster Wallace es habitual encontrase con personajes que visiblemente padecen enfermedades mentales, tales como la depresión. El propio escritor acabaría suicidándose. Todo el mundo está solo – escribe – confirmando la hipótesis de que el sistema capitalista aísla a los individuos hasta encerrarlos en un ciclo perpetuo de pensamiento negativo que puede llegar a somatizarse. Cabría citar también a Bukowski o John Fante, igualmente geniales.

El arte está contagiado por la enfermedad mental, como hemos explicado antes con respecto a Foster Wallace; por personas que rechazan la cultura dominante y que expresan su creatividad no sólo en la escritura sino también en la música y las artes plásticas. La angustia fue representada con gran habilidad por Edvard Munch, un artista educado de forma represiva por su padre, en su famosa obra El grito. Numerosos artistas acabarían suicidándose, cada uno por sus propios motivos. Kurt Cobain siempre deseó convertirse en estrella de rock y, cuando lo consiguió, su angustia aumentó hasta el punto de que acabaría por suicidarse. Camus escribió No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena de que se viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. A través de los medios de comunicación, el cine y los anuncios el sistema expresa ideas como las siguientes: ¡Puedes conseguir todo lo que te propongas! ¡Existe la igualdad de oportunidades! cuando lo cierto es que los sueños existenciales resulta casi imposible cumplirlos.  El ser humano en la cultura Occidental es funcional y productivo. Ocupa gran parte de su vida en el trabajo. Marcuse señala al respecto:


“Si diez horas se dedican a la preparación, transportes y trabajo, y ocho horas para las funciones básicas como dormir y comer, restan del día solo seis horas para el desarrollo ocioso del hombre, de las cuales además habría que descontar el tiempo que ocupamos en abastecernos en las tiendas, en la familia y las tareas del hogar. Con estos tiempos, el ser humano no puede desarrollarse debido a las grandes enajenaciones a las que se ve sometido; se convierte en un medio más de producción cuya función viene pre-asignada por la dominación y la subyugación al principio de la realidad”


La pobreza es otro factor de riesgo del suicidio. La estructura económica del capitalismo incide, claramente, en la enfermedad mental y el suicidio pero es la propia esencia represiva del sistema la que reprime el deseo. No hay una contraposición entre el principio de placer y el principio de actuación (trabajo en este caso). Con la crisis económica, los recursos para el ocio se han reducido dado que falta trabajo. La pérdida de empleo constituye, junto con el alcoholismo y el consumo de sustancias psicoactivas o psicotrópicas, uno de los factores de riesgo del suicidio.

Expliquemos brevemente unos conceptos necesarios para comprender la dominación del sistema en el individuo. Id es el estado original del ser; cuando nace un niño sus instintos fluyen inapelablemente libres y generan un monstruo original y destructor donde la libido y el erotismo son posibles. Ego es el estado subsecuente del id; es ocasionado por los padres para que el niño viva en la civilización capitalista, relacionándose con su entorno sin sembrar la destrucción. El ego crea el consciente, el cual es imbuido por los flujos sociales; esto impide la realización de los instintos básicos del ser humano y desfasa la línea pasado – futuro. El súper – ego es el desarrollo del ego; que crea conflictos con el entorno, viéndose obligado a subsanarlos. Una vez conocidas tales definiciones puede observarse que la cultura sería una concatenación subsecuente originada por la civilización, que consigue que los instintos básicos del hombre (principio de placer) sean maniatados y sustituidos por el principio de actuación.

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