EN una semana marcada por las tomas y el desalojo de liceos, el premio nacional de Historia Gabriel Salazar hace un análisis del momento de los estudiantes. Considerado un referente para los dirigentes de la izquierda más radical, Salazar reitera sus críticas contra el PC, se refiere al liderazgo actual de la Confech y asegura que el movimiento vive una compleja etapa de transición.
¿Cuál es su diagnóstico sobre el estado del movimiento estudiantil?
En mi opinión, está pasando por un momento de transición. Esto significa que de ser un movimiento de masas, cuya expresión está en la calle, evoluciona hacia lo que es un movimiento social. Hoy está sumido en una reflexión interna a nivel de sus bases, con el propósito de levantar una propuesta política. También creo que la irrupción de los secundarios es otra señal de que el movimiento está lejos de haber perdido fuerza.
Pero este año las movilizaciones han sido menos frecuentes y la última fue de muy baja convocatoria...
Sí. Los estudiantes están poco menos en la calle. Están pensando en cómo salir sin provocar una reacción con la policía, porque al final todo termina en eso. La movilización es necesaria, pero hay dos problemas. Por un lado están los encapuchados, que es un fenómeno que está ligado al movimiento juvenil. Yo no digo necesariamente al movimiento estudiantil. Es un tema que se debe estudiar aparte. Por otro están los carabineros, que son la contraparte de los encapuchados.
El ex ministro José Joaquín Brunner ve desconcierto en la Confech. ¿Hay confusión entre sus líderes?
Más que desconcierto, el movimiento vive una transición que no es fácil de resolver, porque implica crear una alternativa política nueva.
¿La irrupción de los secundarios se explica por esta suerte de introspección que viviría la Confech?
Mi hipótesis es que la realidad obliga a los adolescentes a reflexionar al respecto. Sin duda, ellos están planteando temas mucho más radicales. Están menos insertos en la lógica estudiantil que los universitarios y más vinculados a la lógica que viven en sus poblaciones. Quien ha vivido la pobreza en su familia mezcla sensación de injusticia con rabia. Si escuchas a Gabriel Boric y a Camila Vallejo, ellos no tienen rabia. Ambos son inteligentes y pueden entender, pero tener rabia es algo sicológico.
Los secundarios se sintieron, además, postergados el año pasado.
Exacto. La Confech planteó la necesidad de ajustar los lazos con ellos.
El ex presidente de la Feuc Giorgio Jackson dijo que la desesperanza influyó en la escasa convocatoria a la marcha del pasado miércoles 8...
El encabezó un movimiento esencialmente callejero, que provocó misticismo. Pero eso ya se hizo. No hay para qué repetirlo. Ahora se está en una etapa de introspección.
¿Cuáles son las dificultades de fondo que enfrenta el movimiento?
Saben que no pueden continuar solos, porque el problema del sistema educacional implica reformas profundas. Tienen claro que los cambios necesitan de otros actores sociales como aliados. Por eso la Confech realizó su último encuentro en Ercilla. Pero en este camino se han entrampado, porque hay actores sociales que funcionan como cúpulas y se autorreproducen sin ningún contacto con las bases. Es el caso de la CUT y del Colegio de Profesores.
En las Juventudes Comunistas cuestionan la poca incidencia que tiene la Confech en la agenda política.
El mayor problema de los estudiantes es construir una propuesta e imponerla. El año pasado se demostró que la decisión de la dirigencia de dialogar con el gobierno no dio resultados, pues este último finalmente legisló a su pinta. Por tanto, ese canal no tiene sentido. Ahora se está tratando de influir en los parlamentarios, pero ellos tampoco recogerán las demandas de los jóvenes. La respuesta que dieron a Camila Vallejo en el tema de la reforma tributaria es un chiste. Pepe Auth dijo “¡Me mando solo!”. Lo mismo expresó Camilo Escalona. ¡Nuestros representantes no obedecen a nadie, no obedecen a sus electores! Que la Concertación dé la espalda a la ciudadanía no es novedad. La agenda de los estudiantes rebota poco ahí, ¡¿pero quién rebota ahí, pues?!
¿El diálogo está en punto muerto?
Es una pérdida de tiempo conversar con el gobierno y los parlamentarios. Nunca en Chile ha habido participación ciudadana. ¡Jamás de los jamases! No se trata de llamar a la lucha armada, pero sí que la ciudadanía tome el sartén por el mango. Los estudiantes deben estar en sintonía con la agenda ciudadana, que apoya el movimiento estudiantil y el divorcio, y está en contra de HidroAysén.
¿Cómo evalúa que en la Confech persista una división frente a la búsqueda de un entendimiento con el mundo político?
Los sectores partidistas más entusiastas de un encuentro dentro de la institucionalidad fueron derrotados en las elecciones este año. Ganaron los independientes, que no están tan interesados en ello. Pero al mismo tiempo, como deben actuar por consenso, llegan a soluciones intermedias y pareciera ser que la actual conducción de la Confech tiene menos fuerza que el año pasado. Ese es un problema interno de la conducción, pero las bases no están confundidas.
¿Pero esto puede afectar al movimiento?
Los estudiantes trabajan en colectivos. Encuentras decenas dentro de la universidad. Ese factor va a estar siempre presente y, sin duda, es un factor de debilitamiento. Pese a esto, se está trabajando en una propuesta sólida en educación. Es un texto de más de 100 páginas. Además, se está pensando en articular un movimiento social para hacer un salto más fuerte.
¿Qué rol ha tenido el PC en la movilización estudiantil de este año?
El Partido Comunista está con Dios y con el diablo. Esa es la verdad. El problema del PC es que dice “somos revolucionarios”, pero se mete en la jaula del enemigo y se queda ahí. Como están preocupados de tener más diputados y senadores, no van a activar nada en contra del Congreso. No creo, en todo caso, que los comunistas les den la espalda a los estudiantes, porque la poca fuerza que tienen la sacan de los movimientos sociales. Por ejemplo, Gajardo, el presidente del Colegio de Profesores, ¡se colgó absolutamente del movimiento estudiantil!
Usted está en contacto con universitarios. ¿Cuál es la percepción que tienen de los actuales dirigentes de la Confech?
Los estudiantes no están vueltos locos, pero están conformes con la conducción del movimiento. El año pasado se provocó una suerte de frenesí por Camila Vallejo. Giorgio Jackson también estuvo bien. Esto se debe al entusiasmo que despertó un fenómeno único en la historia de Chile y, además, ella era bonita y él simpático. Pero ahora estamos en un momento de más normalidad, donde veo más bien respeto de parte de los estudiantes hacia sus voceros, pero no en el sentido de seguirlos como líderes. Eso ya no existe en la cultura juvenil. Tiene que ver con un tema de fondo: ahora el poder está radicado en la asamblea.
¿Cómo ha sido el desempeño de Boric?
A él no le ha tocado la efervescencia del año pasado. Ha enfrentado una etapa menos espectacular. Su perfil, en ese sentido, es menor que el de Jackson o Vallejo. Pero ha entendido bien la etapa de reflexión en que está el movimiento.
El acusó un montaje en la movilización del miércoles 8 y luego debió desdecirse.
Es una metida de pata por donde se lo mire y eso juega en su contra.
A su juicio, entonces, ¿no se pueden esperar grandes cambios en el sistema educacional en el corto plazo?
La proyección del movimiento apunta a cambios de fondo del modelo neoliberal en Chile, y eso implica un proceso largo. De trabajar con el pueblo. A ojos de historiador, puede tardar cinco o seis años. Las expectativas exageradas en torno al movimiento estudiantil no se van a expresar en lo inmediato y mucha gente puede sentirse desilusionada. Esto, sin duda, juega en contra de los estudiantes.
¿Por qué cree que el movimiento no va a desaparecer?
Podría suceder si las generaciones que vienen más abajo no estuvieran “ni ahí”. Sin embargo, veo que viene gente de recambio con mucha fuerza. Los cambios que se están provocando son a nivel local, entonces, valen más que la relación con los parlamentarios y el gobierno.
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