La Corte Suprema pidió extradición Adriana Rivas González, quien reside
en Australia, la secretaria del ex jefe de la Dina se encuentra
procesada en la investigación del juez Víctor Montiglio por el asesinato
y desaparición de tres cúpulas del Partido Comunista en 1976 y 1977 en
calle Conferencia.
Para muchos, hablar de Adriana Rivas
es hablar del cuartel Simón Bolívar y de la brigada Lautaro de la
Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Un lugar conocido como el
infierno en la tierra, de donde ningún prisionero salió con vida. Ese
cuartel contaba con una burocracia maligna, compuesta de agentes y una
secretaria. Un lugar donde se organizaban asados, olimpiadas deportivas y
“pichangas” en medio de las muertes, de los lamentos y de las manchas
de sangre esparcidas sobre el piso.
Allí
se probó con gas sarín, se empaquetó a los muertos con bolsas plásticas
en los rostros y bolsas paperas para cubrir sus cuerpos. Para terminar
esa cadena de horror, se les ponía rieles para darles peso, luego eran
trasladados al helicóptero Puma que los lanzaría al mar. En
medio de todo ese horror, se formó “La chani”, una veinteañera alegre,
como la definen sus cercanos, pero también una mujer que no titubeaba a
la hora de torturar.
Ella era una más de esas mujeres
indolentes, en medio de otras integrantes feroces como Gladys Calderón,
la enfermera que revivía a los torturados e inyectaba cianuro o de
Ingrid Olderock, quien entrenaba pastores alemanes preparados para vejar
a las detenidas.
Como lo revela el libro La danza
de los cuervos -del periodista Javier Rebolledo- Rivas llegó como una
joven reclutada para la brigada Lautaro. Las fotos la muestran
sonriente, como si se tratara de un retrato de graduación y no de su
vida en un cuartel de exterminio. Y así lo confirmó en un
especial para los 40 años del Golpe para la radio SBS de Australia. Allí
declaró que la DINA fueron sus mejores años de juventud. “Por supuesto,
fue excitante, viajando en limosinas y quedándose en los mejores
hoteles del país”, explicó. Para ella, esa fue una época dorada, como si
se tratara de recuerdos universitarios. Para los familiares de sus
víctimas ese fue el centro de tortura de donde nadie escapó con vida. Un
lugar donde se asesinó a cientos de personas.
El año pasado su nombre volvió a sonar
luego que diera declaraciones a la radio australiana donde además agregó
un comentario muy desafortunado sobre la tortura. “Tenían que quebrar a
las personas. Ha pasado alrededor de todo el mundo no sólo en Chile”,
dijo y también se refirió al paradero de los detenidos. “Si está muerto,
está muerto. ¿Dónde están? No se sabe”.
En la misma entrevista, Rivas
comentó que tras casarse en 1978, viajó con su marido a Australia, donde
vivió hasta el 2006, año en el que regresó a Chile para asistir al
matrimonio de una sobrina. Allí fue detenida por su implicación en el
caso “calle Conferencia”. Luego con la ayuda de una amiga huyó a Sidney, vía Argentina.
Los inicios de la Chani
Adriana Rivas aún no se titulaba de
secretaria bilingüe cuando fue reclutada por la Dina en el Instituto en
el que estudiaba. Al igual que las otras mujeres tuvo que pasar por el
adiestramiento militar en las Rocas de Santo Domingo. En 1976 pasó a
formar la Brigada Lautaro, cuando estaba ubicada en el edificio número
cinco de Las torres de San Borja. De ella, Jorgelino Vergara, el famoso
asistente de la Dina, tiene uno de sus peores recuerdos. En una ocasión
la vio en el gimnasio golpeando a uno de los detenidos que estaba
sentado en una silla con las manos esposadas en la espalda. Todos los
golpeaban con un “polin”, incluidas las mujeres, también vio a Rivas, el
grupo sólo se detuvo cuando le fracturaron uno de los brazos al
interrogado. Tiempo después se supo que la víctima se trataría de Daniel
Palma, un conocido militante del Partido Comunista. “Los vi a todos
participar en esa escena, hombres y mujeres a todos, eso a mí ya no me
llamaba la atención”, dijo en contacto con El Dínamo.
Rivas, públicamente, niega haber
participado de alguna tortura, pero el abogado Eduardo
Contreras-querellante en el caso- afirma lo contrario. “La
torturadora Adriana Rivas, ex secretaria personal de Manuel Contreras,
prófuga de la justicia chilena y radicada en Australia, es una de las
criminales más peligrosas y agresivas de la dictadura. Participó
personalmente en el asesinato de nuestro inolvidable dirigente Víctor
Díaz y en el de muchos otros compañeros antifascistas de diversos
partidos”, comentó.
Contreras dice que Rivas, como una mujer
formada en tortura al estilo Escuela de las Américas y participante de
crímenes, debe declarar todo lo que sabe. “La extradición es un
mecanismo natural de la Justicia y, cuando se trata de delitos de lesa
humanidad en que la comunidad internacional concuerda que puede operar
la llamada justicia universal, toda vez que la ofendida, más allá de las
víctimas en concreto, es la humanidad misma, por el horror que rodea a
estos crímenes, el mecanismo debiera funcionar, lamentablemente, no
siempre ha sido así. A veces, por responsabilidad del tribunal que
solicita extraditar y a veces por los tribunales extranjeros no aceptan
la extradición”, concluye.
La deportista y las torturas
Jorgelino recuerda a Rivas como una
mujer deportista, excesivamente preocupada de su físico y su vestimenta,
siempre llevaba pantalones ajustados o pantalones pata de elefante, una
mujer a la que le gustaba andar de punta en blanco y extrañamente
afable. “Era como todas las mujeres de la brigada, muy bipolar: buena
onda un rato y para lo otro, para la tortura muy fuerte, ahí yo la
desconocía”, dice. Jorgelino y profundiza en que allí, todo transcurría
normalmente con turnos, asados y celebraciones de fiestas patrias, la
rutina de una oficina a la que no le importaba convivir con la muerte y
en la que Rivas era una alumna aventajada. “Ella era bonita,
pero a lo mejor quedó así por el entrenamiento de las Rocas de Santo
Domingo, por eso pasaban todas, por ejemplo a ella le gustaba jugar
pichanga y era muy buena para la talla, para el chiste, pero en lo
otro…chuta como se diría ‘muy perra’ en la tortura”, evoca y a ratos calla, como si hablara de un fantasma.
“El cuartel de lo indecible”, así
denomina Mireya García -vicepresidenta de Agrupación de Familiares de
Detenidos Desaparecidos (AFDD)- al cuartel Simón Bolívar y Adriana Rivas
como “la prófuga de la justicia” capaz de hacer declaraciones
indolentes. “Rivas no tiene un ápice de arrepentimiento de lo que hizo,
por el contrario, ella asume que la tortura era necesaria para que los
detenidos hablaran, tiene un perfil psicopático parecido al de Osvaldo
Romo, lo concreto es que esas declaraciones permitieron ubicar su
paradero y que se solicitara su extradición, cuestión que hoy se
transformó en una realidad” dice.
Para García, de ese horror sin límites y
un personaje siniestro, puede salir algo bueno. “Pese a todo, ojalá
responda por algunos crímenes de Calle Conferencia y de las víctimas que
vivieron el horror en ese lugar, al menos ya se hizo más concreta su
extradición ahora sólo queda esperar”, concluyó.
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