mediáticas, las encuestas, la armazón de equipos y redes, las negociaciones, los vínculos empresariales, religiosos, académicos, militares, internacionales, etc, etc, que se arman en las altas esferas del poder, que son parte del ejercicio regular de la llamada clase política y de la obtención de los recursos para campañas que son millonarias.
El poder político desatado tras el poder político, es cuando la sangre corre por las escaleras de las sedes oficiales y no oficiales de los grupos y sub-grupos de interés. Es la hora de los operadores. Fredy Kruger, Jason, Jack Torrance y hasta nuestro “chupa cabras” quedan chicos.
De ahí viene la frase de estos políticos, “la política es sin llorar”.
¿Y los trabajadores y el pueblo que tiene que ver con esto?
En la práctica nada o casi nada, son los consumidores a los cuales hay que ofertar, esa muchedumbre a la cual hay que “encantar”, que es lo mismo que “embrujar”.
Bachelet y Enriquez-Ominami son los que representan al pueblo y a los trabajadores dirán varios. Ella ( la gordi ) es la única que puede derrotar a la derecha dirá el PC chileno, Enriquez-Ominami, luego de la dama, es el único competitivo dice el falso progresismo.
Para otros Parisi, el “economista del pueblo”, una especie renovada y más refinada de “fra-fra”, aparece como una oferta desde el desencanto con los partidos.
¿Todo esto es cierto?
Para la lógica del mal menor o en la medida de lo posible, si podría ser, para la lógica de consumismo político también, para la lógica del ganar para repartir la “torta” entre los partidarios es muy urgente.
Pero lo cierto es que estas “ofertas”, son más de lo mismo y es como elegir si te gusta más la Coca Cola o la Pepsi, (no alcanza ni para sorbete letelier).
Esperamos que en la práctica a todos ellos en algún momento “se los lleve el cuco”.
Para la lógica de hacer cambios de fondo y estructurales en el país, ellos representan más de lo mismo.
El sistema desde la academia (Universidades), en las escuelas de ciencias sociales que incluye la politología, en los centros de estudios ideológicos, también en las academias de guerra de la fuerzas armadas, han trabajado que la política es el “arte de lo posible”, es construir “consensos”, todo esto respaldado por una batería de libros principalmente emanados desde Europa. La lucha de clases y las contradicciones insalvables que ella conlleva han sido y son su principal enemigo teórico y político. Eso es la pre-historia nos dicen. Todo esto mientras el mundo se cae a pedazos.
Algunos, todavía pocos, queremos decir no a tanto malabarismo político.
Lo cierto es que vivimos en un país regido por un sistema de mierda (sobre el diagnóstico del Chile actual se ha escrito ya bastante), que hay que cambiarlo de raíz, se necesita construir un nuevo Chile, una nueva patria, un nuevo orden social, democrático, participativo y popular.
Necesitamos con urgencia un nuevo paradigma de sociedad, donde lo importante sea ser y no tener, donde valga la pena vivir, donde aspiremos a ser felices, libres y dignos. Una sociedad donde seamos humanos y no muertos vivientes como lo somos hoy.
Necesitamos con urgencia levantar un programa de cambios de fondo, estructurales, posibles, razonable para el Chile actual, pero de fondo en un horizonte revolucionario.
Para eso hay construir un poder popular que nos permita ir afincando y ejercitando un nuevo paradigma de sociedad, ganando conciencias y organización social.
El pueblo o sectores de él deben construir otro poder al del sistema, su propio poder en base a organizaciones sociales de base, este poder popular, social, tendrá que convivir con el poder oficial e interactuar con él, pero en función del desarrollo de este nuevo paradigma social que está naciendo y se está auto-construyendo en ideas y prácticas cotidianas.
El poder dual, es el camino que nos abrirá paso real a cambiar Chile. La existencia de ese poder dual expresada en los soviet en sociedades como la Rusia zarista tenían formas de desenlaces posibles para esa época, pero en sociedades occidentales como las europeas al parecer no eran las mismas y tampoco son las mismas para “el otro occidente”, que podría ser América latina.
Al parecer la creación del poder dual en sociedades como las nuestras necesitara la convivencia con el poder del sistema en un tiempo más extenso y en una interacción distinta a otras épocas.
Pero lo central para cualquier escenario de cambio es que exista un poder popular en base a los trabajadores y esa es la tarea de las tareas para los revolucionarios, para los anti-capitalistas. Soluciones de palacio, por arriba, soluciones mágicas no hay, no hay atajos posibles.
La existencia de un programa político para Chile actual, que implique una nueva institucionalidad, la nacionalización de nuestras riquezas naturales, eliminar el sistema del lucro en la educación y salud, cambiar el sistema de AFPs por uno solidario, un nuevo código de los trabajadores, una economía del buen vivir, entre otros temas es urgente.
La construcción de una vìa popular a la constituyente social, donde desde la bases emanen los sueños, las ideas, las practicas del nuevo Chile, es un camino que hay que recorrer. No solo necesitamos movilización, protesta, también necesitamos organización y propuestas desde los trabajadores y desde el conjunto del pueblo.
Levantemos el programa del pueblo y la necesidad de coordinar a los que queremos cambios reales y no de maquillaje.
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